Entrevistamos hoy al doctor Josep Antoni Ramos-Quiroga. Es doctor en Psiquiatría y Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), máster en Terapia Familiar Sistémica por la UAB, especialista en Psiquiatría, profesor agregado de la Facultad de Medicina de la UAB y titular acreditado por la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANECA) y la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Catalunya (AQU). El doctor Ramos-Quiroga es jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona, donde desarrolla su actividad asistencial, de gestión, docente e investigadora desde el año 2001. Es chair de la Sección de Trastornos del Neurodesarrollo a lo largo de la vida (Neurodevelopmental Disorders Across Lifespan) de la European Psychiatric Association (EPA). También preside en la actualidad la Comisión de Innovación del Hospital Universitario Vall d’Hebron.
Como jefe de servicio del departamento de Psiquiatría del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, ¿cuáles son las principales demandas de atención especializada en salud mental que han recibido tras el inicio de la epidemia por SARS-CoV-2?
En nuestro servicio hemos desarrollado diferentes medidas de apoyo a las nuevas necesidades en salud mental.
- Para la ciudadanía en general, hacemos atención psicológica por internet (coronavirus.vallhebron.com) y además hemos desarrollado una aplicación web juntamente con el CatSalut (gestocioemocional.catsalut.cat) para ofrecer una evaluación precisa de la situación emocional de las personas con diferentes recursos de autoayuda y, en los casos graves, contacto directo con psicólogos del SEM.
- Para los familiares de los pacientes ingresados en el hospital, hemos habilitado un teléfono al que pueden llamar y les visitamos por videoconferencia en menos de 48 horas. También hemos desarrollado un programa específico de apoyo emocional en el final de vida para las familias de los pacientes, juntamente con el servicio de atención a la ciudadanía y los servicios de trabajo social del hospital.
- Finalmente, y no menos importante, hemos desarrollado un programa de apoyo emocional para todo el personal que trabaja en el hospital. Pueden contactar con nosotros por teléfono o por email y les atendemos por videollamada y, en algunos casos, de manera presencial. Hemos ofrecido también sesiones de mindfulness para los profesionales que están trabajando en las UCI, con el fin de poderles ayudar a gestionar mejor la nueva situación.
De forma genérica, la sintomatología predominante es de tipo ansioso o depresivo reactivo. En la web nos consultan, a menudo, por clínica depresiva y por dificultades de manejo de familiares con trastornos mentales durante el confinamiento. A nivel de urgencias de psiquiatría, durante el confinamiento hemos visto, principalmente, descompensaciones de trastornos psicóticos y trastornos bipolares en fase maníaca.
¿Y con respecto al personal sanitario que trabaja en el hospital?
Respecto al personal del hospital, hemos observado cuadros de ansiedad y depresivos de tipo adaptativo. Muchas situaciones están relacionadas con las nuevas tareas que han tenido que asumir por la situación actual, como estar en la UCI o en áreas asistenciales ajenas a su especialización.
¿Qué respuesta se ha ofrecido ante dichas demandas? ¿Cuál ha sido la acogida de las distintas líneas de intervención puestas en marcha en su hospital?
Como he explicado anteriormente, para nosotros fue prioritario facilitar que se pudiera acceder a la ayuda por diferentes canales, bien de manera remota (teléfono o videollamada), bien de manera presencial. La acogida ha sido muy satisfactoria y, realmente, las respuestas de agradecimiento de las personas que hemos atendido son muy gratificantes. De hecho, esta situación ha puesto de manifiesto que, en el ámbito sanitario, sería preciso poder contar de manera habitual y no sólo en situaciones de crisis con medios suficientes para poder atender la salud mental de los profesionales de la salud.
Como experto en teleasistencia, ¿qué beneficios cree que puede aportar en estas circunstancias de cara a la atención especializada en salud mental?
En nuestro servicio llevamos años usando diferentes recursos digitales a la hora de atender a los pacientes. En el contexto actual, se han podido entender mejor los beneficios y la necesidad de contar con recursos de salud digital para poder llegar mejor a toda la población. Esta es una de las ventajas principales de la salud digital (o teleasistencia): poder ofrecer atención a un mayor número de personas de forma sostenible. Todavía existen muchas personas en el mundo que no pueden tener acceso a servicios de salud mental, y la salud digital puede ser una gran ayuda en este sentido. Gracias a la telemedicina se ha podido mantener la asistencia a las personas sin necesidad de poner en riesgo su salud ni la de los demás. Los ciudadanos han sentido los servicios de salud, paradójicamente, más cerca de ellos.
¿Cuáles son las principales limitaciones de la teleasistencia en estas circunstancias? ¿Con qué dificultades se han encontrado?
Las limitaciones, como en otras situaciones, vienen determinadas por problemas sociales o de desigualdad. No todo el mundo cuenta con buenas conexiones de internet en casa o con aparatos digitales óptimos para realizar telemedicina. Por otra parte, en este momento de crisis, la red se ha visto muy colapsada, lo que en ocasiones ha ralentizado las conexiones. Pero a pesar de estas limitaciones, el resultado ha sido más que satisfactorio.
¿Cree que esta epidemia afectará a la provisión de servicios especializados en salud mental? ¿De qué manera?
Debería afectar, sin duda. Nos vamos a enfrentar a la crisis económica y social más importante de nuestra generación. Sabemos que dichos factores pueden incrementar de forma considerable la incidencia de trastornos mentales, ya que no son más que una forma de estrés muy intenso que altera de forma significativa nuestro sistema inmunológico, entre otros, lo que tiene un impacto muy negativo en el desarrollo de depresión, ansiedad o trastornos psicóticos, por ejemplo. Además, los profesionales sanitarios pueden tener un mayor riesgo de cuadros de depresión y ansiedad al haber tenido que enfrentarse a una situación como la que estamos viviendo. Los estudios indican que hasta un 50 % de los profesionales expuestos a estas circunstancias puede presentar síntomas de depresión o ansiedad.
Estos días, la sociedad en su conjunto está reconociendo explícitamente la labor de los profesionales de la salud. Cuando la epidemia pase, ¿qué pediría a los gestores proximales (de las instituciones) y distales (responsables políticos) con respecto a las necesidades de los servicios especializados en salud mental?
Primero, que nuestras ratios de profesionales y camas de ingreso estén, como mínimo, en la media de la Unión Europea y no como estamos actualmente, infradotados. Y de una forma aún más acusada en psiquiatría del niño y del adolescente. También deberían desarrollarse programas específicos para atender las necesidades en salud mental de los profesionales en cada centro hospitalario. Es también clave apostar de manera clara y decidida por implantar la telemedicina en nuestros centros.
En resumen, es muy importante que la salud mental vuelva a tener una consideración de atención esencial y no verse, en cambio, siendo la primera sacrificada en los recortes de recursos. El 20 % de nuestra población sufre trastornos mentales a lo largo de la vida, y estos tienen un impacto muy negativo en su salud y en su calidad de vida.
¿Y con respecto al cuidado de los profesionales de la salud?
Como he comentado antes, creo que deben desarrollarse programas específicos para atender las necesidades de salud mental del personal sanitario de cada centro hospitalario, en interconexión con las unidades de prevención de riesgos laborales y de salud laboral y que cuenten también con el asesoramiento y la coordinación con recursos más especializados, como la Fundación y la Clínica Galatea. Sería una forma de poder devolver a nuestros compañeros todo el esfuerzo realizado durante estos largos meses de crisis y que, más allá de los aplausos de la ciudadanía, podamos brindarles la atención que se merecen. Debemos de tener la capacidad de instaurar medidas de prevención contra el desgaste emocional de los profesionales de la salud tanto a nivel institucional como personal.
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