Hoy entrevistamos a Enriqueta Ochoa Mangado, psiquiatra del Hospital Universitario Ramón y Cajal y responsable del Programa de Adicciones de dicho hospital. Doctora en Medicina por la Universidad de Alcalá, es también profesora asociada de su Departamento de Psiquiatría. Desde hace varios años, es la responsable del Programa de Atención al Médico Enfermo (PAIME) del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM).
Como psiquiatra que ejerce en el hospital Ramón y Cajal de Madrid, ¿cómo ha vivido la pandemia por coronavirus?
La pandemia la he vivido al principio con expectación, con preocupación por la falta de medios y con la incertidumbre propia del desconocimiento sobre su naturaleza. Preocupación no sólo por los pacientes sino también por el personal sanitario. Un número importante de compañeros se contagió en las primeras semanas y, de hecho, algunos han necesitado ser ingresados. Pero también la he vivido con el deseo de colaborar donde se nos demandase, siendo consciente de que era necesaria la aportación de todos ante la magnitud de la pandemia.
¿Cómo se ha adaptado la atención en el hospital para hacer frente al aluvión de pacientes con coronavirus? ¿Y el servicio de psiquiatría, en concreto?
El hospital Ramón y Cajal, que cuenta habitualmente con un total de 902 camas, ha presentado una importante demanda de pacientes COVID desde la explosión de la epidemia. Rápidamente, se remodelaron los servicios y se convirtió casi en un hospital monográfico COVID. Así, a 30 de marzo, había en el hospital 927 ingresados por COVID (confirmados y posibles) de los que 103 estaban en la UVI. La presión asistencial en urgencias era altísima. El día que contesto esta entrevista (14 de abril de 2020) tenemos aún 504 ingresados por COVID (confirmados y posibles), de los que 74 están en la UVI, y han fallecido por este motivo 402 personas.
Estas cifras a ayudan a explicar la magnitud de los cambios que se han tenido que acometer; salvo la planta de oncología y las operaciones urgentes, toda la actividad asistencial se detuvo para atender a pacientes COVID. Y todo el hospital se implicó en su tratamiento. La planta de psiquiatría también se utilizó para estos pacientes, y los pacientes que estaban ingresados en ella se trasladaron a un hospital cercano monográfico de psiquiatría. Se suspendieron todas las consultas presenciales de psiquiatría y la atención pasó a hacerse por vía telefónica. Como en el resto de las especialidades, todos los médicos y médicas residentes de primer, segundo y tercer año (R1, R2 y R3), así como muchos adjuntos de psiquiatría, pasaron a ser médicos y médicas COVID, y atendían como tales en las plantas de hospitalización.
La sección de interconsulta, a la que pertenezco, ha experimentado un incremento notable de la demanda para atender síndromes confusionales, trastornos reactivos y psicosis en pacientes COVID, además de tratar a los pacientes psiquiátricos con COVID positivo ingresados en el hospital.
Desde el primer momento, todo el servicio de psiquiatría se ofreció a atender al personal sanitario y no sanitario del hospital que nos demandase ayuda psicológica. Los psicólogos y psicólogos residentes (PIR) del servicio se han ocupado (y siguen haciéndolo aún) de la atención y el apoyo psicológico a los pacientes ingresados y a sus familiares (en relación con la enfermedad y las pérdidas de familiares, etc.) y del seguimiento al alta. Y, cuando ha sido preciso, también se ha contado con la valoración por psiquiatría.
Como psiquiatra especializada en adicciones, ¿cómo cree que ha afectado la pandemia a las personas dependientes de alcohol y drogas? ¿La atención a su salud mental se ha visto alterada por la necesidad de priorizar otras demandas?
La necesidad de priorizar la atención a la pandemia, dada su alta morbimortalidad, ha motivado que se pospusieran algunas necesidades propias de los pacientes con trastornos mentales. A lo que se añade que el tratamiento de los pacientes con trastornos mentales graves infectados por COVID puede ser más complicado, ya que pueden darse alteraciones conductuales que dificultan el cumplimiento de las pautas médicas y de prevención.
Desde hace años es usted la coordinadora del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME) del Colegio Oficial de Médicos de Madrid. ¿Cómo se han organizado para poder seguir atendiendo a los médicos y médicas en estas circunstancias?
La asistencia a nuestros compañeros en esta época es prioritaria. Precisamente por ello, hemos hecho todo lo posible para adaptarnos a sus tiempos y sus circunstancias personales, ampliando y flexibilizando nuestra disponibilidad al máximo. La comunicación se ha realizado, en su mayor parte, por teléfono o bien online, dado que no era posible la atención presencial.
¿Han constatado un aumento de las demandas? Y, de ser así, ¿cuáles son los principales motivos de petición de ayuda en estas circunstancias?
Hemos constatado un ligero aumento de demandas, y los principales motivos tienen que ver con elevados niveles de ansiedad en relación con fallecimientos de pacientes que no pudieron salvarse, temor al contagio propio y o miedo a contagiar a familiares.
¿Las consecuencias en los médicos en primera línea de atención se verán más a corto plazo o es previsible que aparezcan cuando haya pasado la fase más aguda de la epidemia?
Creo que en la fase aguda la mayoría de los médicos y médicas se ha volcado en el trabajo, y será más adelante, cuando la situación mejore, cuando comenzarán a expresarse emociones y reacciones que han estado contenidas por el momento.
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