Entrevistamos hoy a la doctora Anabel Gonzalez. Doctora en Medicina, psiquiatra especializada en trauma complejo. Terapeuta y entrenadora en terapia EMDR (uno de los tratamientos de elección para trastorno por estrés postraumático). Autora de varios libros sobre trauma y regulación emocional como “No soy yo” y “Lo bueno de tener un mal día”. Ha dirigido diversas investigaciones en este campo.
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¿Cómo definiría una vivencia como traumática?
Trauma es algo que nos impacta, a partir de lo cual ya no somos los mismos. Nuestras creencias sobre nosotros mismos, el mundo y los demás se ven profundamente alteradas. A consecuencia de estas experiencias se produce un bloqueo, un nudo emocional que no nos deja elaborar lo que ha ocurrido para extraer un aprendizaje, para darle significado a la experiencia. Las heridas emocionales, a veces, no cicatrizan por sí solas.
¿Cuáles son las situaciones traumáticas a las que se enfrentan los profesionales de la salud en primera línea de atención a pacientes con infección por SARS-CoV-2?
Este es un enemigo invisible, devastador, completamente inesperado e impredecible. La propia pandemia y la profunda alteración social que ha generado son un primer factor, común a todos los habitantes del planeta. Se ha roto la sensación de seguridad básica, esta fantasía de invulnerabilidad que hace que no pensemos todo el tiempo que la muerte puede ocurrir en cualquier momento. Los profesionales no están tratando solo a pacientes con el problema, sino que a la vez están preocupados por sus propias familias y conocidos. Esta pandemia tiene un alto componente de incertidumbre.
Frente a este enemigo, los sanitarios están teniendo que luchar en la distancia corta, sin escudos protectores en muchos casos, con recursos insuficientes. Han de salvar, cuidar, proteger a otros, sin tener garantizada su propia seguridad. La seguridad objetiva es el primer desafío que conseguir, para que los profesionales puedan centrarse más en su trabajo.
Otro factor es la medicina de guerra que se están viendo obligados a realizar en muchos centros. Los médicos están teniendo que decidir quién vive y quien muere, cuando los recursos se agotan. Es algo terrible, devastador. Entre las muchas cosas duras para las que los profesionales se preparan en esta profesión, ésta no estaba. Un médico siente una gran responsabilidad sobre sus pacientes, esa responsabilidad puede llevar a que se culpen por no haber podido hacer más, por las personas que no pudieron salvarse.
Y por último está el dolor, contemplar el doble sufrimiento de la enfermedad y del aislamiento absoluto en el que muchas personas pasan su tiempo en el hospital o incluso mueren. Estas imágenes se quedan en la memoria y pueden no procesarse simplemente con el paso del tiempo, porque además se producen en medio de un estrés continuado en el que constantemente el profesional está asistiendo a situaciones extremas.
¿Cuáles son los mecanismos de afrontamiento a corto plazo más habituales? ¿Y a medio-largo plazo?
Es una situación en la que hay que ponerse en modo resolutivo, ser efectivos, tomar constantemente decisiones. Es normal tratar de anular emociones que sentimos debilitantes como el miedo o la tristeza. Hacer esto en algunos momentos es normal. Si funcionamos sanamente en lo que a regulación emocional se refiere, tendremos también otros momentos para soltar, para “abrir la válvula”. De lo contrario esa contención emocional necesaria para funcionar llevará a una presión creciente, difícilmente sostenible.
Algunas personas tienen mucha tendencia a suprimir emociones, y en ellos tratar de anular lo emocional puede ser muy marcado. Otros con tendencia a evitar el dolor se sentirán incapaces de resonar con el sufrimiento de los pacientes. También es posible rumiar dando vueltas y vueltas a lo que está pasando o sentir una preocupación desbocada por lo que va a pasar en el futuro. Todos estos mecanismos son contraproducentes y es necesario encauzarlos.
¿Qué medidas aconsejaría a corto plazo para ayudar a la elaboración de los traumas?
Es necesario aceptar tanto lo que estamos viviendo, por muy terrible que sea, como lo que vamos sintiendo. Pelear con algo que se nos impone no tiene sentido. Si hay que luchar por tener más medios materiales, es importante canalizar esa queja para hacer presión donde pueda producirse algún movimiento. Pero pese a que se consigan más recursos, la dimensión del problema es tal que difícilmente llegará a cubrir todas las necesidades. Por muy terrible que esto sea, aceptar que estos son los medios que tenemos y con ello hay que lidiar, nos permite centrarnos en “qué puedo hacer con esto que tengo”.
También es importante cuidar de nosotros mismos y de lo que sentimos, hablarnos bien por dentro, ser comprensivos con nuestros momentos de debilidad, de dudas, de angustia. Y por supuesto, apoyarnos en los demás y establecer lazos de conexión. Esto puede contrarrestar muchas de las sensaciones difíciles, darnos fuerza, aportarnos seguridad. No intentemos todo el tiempo “ser fuertes”, permitámonos tener momentos de debilidad, aprovechemos todo el apoyo que tengamos, incluso el apoyo profesional.
¿Y a medio-largo plazo?
Se ha visto que los trabajadores sanitarios de atención directa tienen las mayores tasas de trastorno por estrés postraumático. No es para menos. El problema de los médicos es que estamos más programados para ayudar que para dejar que nos ayuden, pero estas circunstancias son muy especiales, y es particularmente importante que cambiemos esta tendencia. Desde el programa PAIME estamos tratando de garantizar que todos los compañeros puedan tener el apoyo que necesiten para recuperarse, y es muy importante que todos los que lo necesiten se lo permitan, incluso durante estos días, sin esperar a que los problemas se acumulen.
¿Cómo identificar que hemos claudicado?
Sería muy importante que identificáramos que estamos afectados emocionalmente antes de llegar a claudicar. Si hay imágenes que no nos quitamos de la cabeza, si nos notamos entumecidos emocionalmente, si sentimos angustia o agotamiento extremo, si nuestra cabeza no para de dar vueltas, si no podemos dormir o tenemos pesadillas… No nos lo traguemos y sigamos adelante porque “no hay tiempo para parar”. Quizás un rato breve de hablar con alguien nos pueda dar un mínimo respiro, hacer una sesión online con un profesional pueda desbloquearnos un poco. Esto no solo es importante para poder seguir funcionando, sino para que después no nos pase una factura muy alta.
¿Qué intervenciones psicoterapéuticas pueden ayudar en ese caso?
Depende de la situación concreta de cada profesional. Algunas personas necesitan hablar con alguien y expresar su estado emocional, quizás no se lo permiten con su familia para no preocupar ni con sus compañeros porque “estamos todos igual”. Otros pueden beneficiarse de cambiar su estilo de regulación emocional, como la tendencia a darle vueltas a sus emociones o su dificultad para aceptar algunos de los sentimientos que tienen. Hay modos mejores y peores de lidiar con la incertidumbre, con la falta de control, con el miedo y la impotencia.
Una intervención muy útil es EMDR, la terapia con la que yo más trabajo. Es una terapia precisamente para situaciones traumáticas como las que estamos viviendo, y si una persona se ha quedado bloqueada en alguna de esas experiencias difíciles, tiene imágenes repetidas o pesadillas, y no puede quitárselo de la cabeza, a veces en una única sesión esto se puede desbloquear, o al menos ayudar bastante. En medio de todo esto se pueden hacer muchas intervenciones puntuales que pueden ayudar mucho.
¿Qué recomendaría a las instituciones en las que trabajan los profesionales de la salud en estas circunstancias?
Que cuiden mucho de los profesionales. Sé que estamos sin gente suficiente, que se está planteando contratar incluso a estudiantes, que esto es difícil también para los hospitales y las instituciones sanitarias. Pero la salud emocional de estas personas ha de ser atendida desde el principio, sería importante implicar a los servicios de salud mental en este tema. Por supuesto, haciendo lo imposible para que tengan todos los medios materiales que se pueda, de nada sirve lo que estamos diciendo si los profesionales tienen que trabajar, como ha estado ocurriendo, directamente expuestos al peligro sin medidas de protección para ellos, sin que se les hagan las pruebas aunque tengan clínica respiratoria….
Me gustaría que todo esto sirva para que la figura del médico esté más cuidada por las instituciones. También que la atención sanitaria, que se ha demostrado vital en esta crisis, cobre una mayor importancia. Cuando todo esto pase, espero que no volvamos a donde estábamos antes, confío en que se escuche y se respete más a los profesionales. Si esto no es así, será como cuando los soldados vuelven del frente, y se encuentran con el abandono del gobierno y de la población a la que fueron a defender. Eso es lo más traumático para muchos de ellos.
¿Y a la población en general?
La población tiene que aguantar y seguir ayudando. Si las personas no son muy muy estrictas siguiendo las indicaciones, los profesionales no podrán dar abasto. El sistema está muy desbordado, y la curva no va aún a empezar a bajar. En China ya han superado el problema porque las medidas fueron radicales. Italia no va por el mismo camino. Hemos de aprender de esas experiencias. Es muy importante el reconocimiento del aplauso diario, pero mucho más la ayuda que supone que la gente se quede en su casa, que no vaya al hospital más que en situaciones graves.
Y después, ojalá no queramos hacer como que esto no ha pasado, y nos olvidemos de lo que los profesionales sanitarios han hecho. Ojalá la relación entre estos y los pacientes mejore, porque no estábamos en muy buena situación antes de esta crisis. Aquí nos estamos sintiendo todos del mismo lado, estamos trabajando juntos, hay una increíble colaboración social. Espero que continúe después, y que cuidemos de los que nos han cuidado como se merecen.
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