Hoy entrevistamos a Andoni Anseán, psicólogo, director del Máster de Gestión Clínica y Sanitaria en Salud Mental y del Máster en Prevención del Suicidio de la Universidad Pablo de Olavide. Su carrera profesional siempre ha estado ligada a la gestión sanitaria (tanto pública como privada) en salud mental, a la gerencia de hospitales psiquiátricos y a la prevención del suicidio. En la actualidad es el presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio y de la Sociedad Española de Suicidología. Es también el representante nacional en España de la International Association of Suicide Prevention (IASP).
¿Cuál es la situación actual en cuanto a la prevención del suicidio en España?
A nivel del gobierno central, no existe ningún plan o estrategia. Desde hace años venimos reclamando al menos una estrategia de prevención del suicidio en el SNS, al igual que existe para otros muchos problemas de salud. Lamentablemente, la prevención del suicidio no ha sido nunca una prioridad política, social, sanitaria o informativa, lo que hace que no sea una preocupación global.
En cuanto a las comunidades autónomas, la situación actual es desigual. Algunas poseen planes o estrategias específicas (C. Valenciana, Galicia, País Vasco, Castilla-La Mancha, La Rioja, Illes Balears –esta última, en elaboración). Otras poseen programas o procesos sanitarios específicos (Cataluña, Asturias, Navarra, Castilla y León). Mientras que otras incluyen la prevención del suicidio en los planes de salud mental (Andalucía, Comunidad de Madrid, Extremadura, Islas Canarias, Región de Murcia, Cantabria). En el caso de Aragón, desconocemos por qué, la prevención del suicidio no consta en ninguna planificación.
¿Y las perspectivas de futuro?
Inciertas. El pacto de gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE (punto 2.2.12) incluye la elaboración de una estrategia de prevención, pero ya sabemos que eso no significa que se vaya a hacer (además, parece que está integrado en la estrategia de salud mental del SNS). Se incluye también un teléfono de ayuda específico. En cuanto a las CC.AA., seguramente vayan avanzando en el desarrollo de políticas preventivas y acciones de abordaje de la conducta suicida. Probablemente, la crisis que se avecina, con sus previsibles graves consecuencias en la salud mental y el riesgo suicida de la población, sirva de aciago estímulo.
¿Qué se sabe del impacto de situaciones de emergencia, como la pandemia actual, en el riesgo de suicidio?
Muy poco. No hemos vivido nunca una pandemia como la actual, al menos en cuanto a su abordaje, con restricciones a la población que no se han aplicado ni en situaciones de guerra. En todo caso, no nos preocupan tanto los efectos del confinamiento (puede consultarse, por ejemplo, https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)30460-8/fulltext), que incluso puede que reduzca las muertes por suicidio, dadas las restricciones de movimientos de la población, sino las consecuencias de la crisis económica producida por la limitación de la actividad laboral y económica, que comentaremos más adelante.
Los ancianos se han visto expuestos a situaciones muy difíciles durante la pandemia. Se sabe, además, que el riesgo de suicidio consumado es mayor en este grupo de edad. ¿Disponemos de información concreta sobre este aspecto?
En España se producen más suicidios de personas mayores de los que podemos pensar. Casi mil a partir de los 70 años. Incluso no es extraño registrar algún suicidio en personas mayores de 100 años. Los varones más mayores pueden llegar a multiplicar por 7 el riesgo de suicidio respecto a los más jóvenes. En mujeres, por 3.
Como presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, ¿qué actividades han organizado a raíz de la pandemia?
Estamos muy centrados en valorar los efectos tanto del confinamiento como de la crisis económica, que empezamos a vivir, en la conducta suicida (ideación, intentos y suicidios). Lamentablemente, no disponemos aún de información al respecto en nuestro medio, aunque empieza a haber datos a nivel internacional. Habría que comenzar a realizar investigaciones en España.
También intentamos aportar nuestro granito de arena en la sensibilización de los medios de comunicación, de las instituciones y poderes públicos y de la sociedad, en general, para que España deje de dar la espalda a un problema históricamente oculto e ignorado.
Seguimos formando también a los profesionales de los servicios de salud autonómicos y a profesionales de la práctica privada, bien a través de nuestros cursos y del Máster en Prevención del Suicidio, bien a través de nuestras publicaciones.
La previsible crisis económica que se ha desencadenado a raíz de la pandemia y que impresiona de no ser autolimitada, ¿qué impacto cree que puede tener en la salud mental?
Ya existen evidencias del impacto que la crisis del coronavirus está teniendo en la salud mental de las poblaciones, en el aumento del trastorno por estrés postraumático, depresión y ansiedad (ver, por ejemplo: https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0020764020915212).
Y, en concreto, con respecto al suicidio, ¿qué lecciones cabe extraer de las consecuencias de la gran recesión que se desencadenó en 2008?
Es muy pronto para extraer consecuencias porque la crisis que se avecina está en un momento muy embrionario, pero seguramente de ella aprenderemos lo que desde todas las instancias se viene recordando desde hace décadas: que la salud también lo es mental, que no hay salud sin salud mental. De hecho, estamos convencidos de que la epidemia del futuro no es un virus: se llama depresión. Y que de depresión también se muere: se llama suicidio. Tener esto en cuenta puede salvar muchas vidas en el futuro.
De crisis anteriores, como la del 2008, sabemos, por ejemplo, que un aumento del 1 % en las tasas de desempleo conlleva un aumento del 0,8 % en las tasas de suicidio. En España, en edades comprendidas entre los 40 y los 59 años, en 2007 se registraron 1.036 suicidios. En 2014 fueron 1.611. Crisis, desempleo y suicidios, están, por tanto, relacionados, aunque todavía no sabemos cómo evolucionarán estas cifras en el futuro.
Teniendo en cuenta la evidencia disponible hasta la fecha, ¿qué recomendaciones haría de cara a la prevención del suicidio en este nuevo escenario a corto y medio-largo plazo?
Tomarse en serio la prevención y abordaje de la conducta suicida (en todos los ámbitos, no solo en el sanitario, sino también en el educativo, social, policial, etc.), elaborar planes preventivos, incorporar la evaluación y detección del riesgo, crear protocolos de abordaje e intervención, hacer seguimiento de personas en riesgo, apoyar a las familias, mejorar la investigación y la vigilancia epidemiológica, limitar el acceso a medios letales o atender a los supervivientes, entre otras muchas acciones.
Los profesionales de la salud del SNS todavía tienen que estar más concienciados de la magnitud e impacto de la conducta suicida en las consultas de atención primaria, urgencias e ingresos hospitalarios. Hay que optimizar la capacitación y los procesos asistenciales de detección y abordaje del riesgo suicida (también en situaciones de emergencia) y de mejorar la coordinación entre todos los agentes de prevención.
El apoyo psicológico a las personas que han perdido a un ser querido por suicidio es clave desde el mismo momento en que se produce la muerte, cuando los profesionales de primera intervención (sanitarios, judiciales, policiales y bomberos) desempeñan un papel clave que debería mantenerse después en los diferentes niveles de asistencia sanitaria.
Será necesario, por tanto, reforzar la atención en salud mental. No solo los recursos especializados sino también los de Atención Primaria (por ejemplo, con el aumento de la presencia en los equipos asistenciales de psicólogos clínicos).
Y, con respecto a la prevención del suicidio en los profesionales de la salud, ¿qué propondría?
Ya se empiezan a conocer las consecuencias de la epidemia en la salud mental de los profesionales sanitarios. De hecho, una reciente investigación española sobre una selección de 61 estudios internacionales (https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.04.02.20048892v1) encuentra las siguientes prevalencias agrupadas: ansiedad, 45 %; depresión, 38 %; trastorno de estrés agudo, 31 %; agotamiento, 29 % y trastorno de estrés postraumático, 19 %.
Sin embargo, aún sabemos poco sobre la incidencia y prevalencia de la conducta suicida en los profesionales de la salud (no ya respecto a la epidemia, sino en general), si bien uno de los factores de riesgo es la accesibilidad al medio letal (accesibilidad no solo física –por ejemplo, a anestésicos o a psicofármacos– sino también de conocimiento y experiencia respecto a esos medios). Habría que hacer investigaciones en los servicios de asistencia a profesionales médicos para conocer bien las características de estos profesionales y definir acciones de prevención en base a sus factores de riesgo.
En todo caso, hay que reforzar estos servicios y extenderlos a todos los profesionales sanitario, no solo facultativos. La iniciativa de la Fundación Galatea, con el patrocinio de la Fundación La Caixa, es un buen ejemplo de ello: https://obrasociallacaixa.org/es/cuidar-a-quienes-nos-cuidan.
Leave a Comment