Como ya comentamos en un post anterior, en abril de 2017 se publicaron los resultados de la encuesta llevada a cabo por la Fundación Galatea titulada: “Estudio sobre las condiciones de salud, estilos de vida y condiciones de trabajo de las enfermeras y enfermeros de Cataluña”, hecha a una muestra representativa de la población de referencia.
En dicho post, hablábamos del riesgo de padecer malestar físico y psíquico en este colectivo, incrementado con respecto a la población general. Pero la lectura completa del estudio brinda también una panorámica interesante para conocer con más detalle cuál es la situación de este colectivo a día de hoy en nuestro medio.
La muestra estaba compuesta mayoritariamente por mujeres (razón de 9:1 respecto a los hombres), como viene siendo la tónica desde hace años en esta profesión. La mayoría de las participantes había nacido en Cataluña y ejercía en Barcelona.
Horarios que dificultan la conciliación familiar y social de las enfermeras y enfermeros
El trabajo descrito se caracteriza por cargas de trabajo elevadas y horarios que dificultan la conciliación familiar y social y que complican el mantenimiento de hábitos de vida saludables. Las jornadas laborales suelen ser de 35 o 40 horas semanales, pero una tercera parte asegura superar las 40 horas. Los horarios rotatorios afectan al 37 % del colectivo, el trabajo nocturno al 28,9 % y el trabajo de fin de semana al 64,6 %. Quienes trabajan en medios hospitalarios tienen más tendencia a tener horarios cambiantes o en turnos y más probabilidades de trabajar en turno de noche y/o en fin de semana. Los horarios más desfavorables suelen estar asociados a profesionales con contratos temporales o precarios e, incluso, a interinos. Precisamente estas condiciones se dan con más frecuencia entre las profesionales más jóvenes.
Resulta llamativo que el 94,6 % de las encuestadas refiere haber participado en los últimos dos años en algún curso de formación continuada, bien en su centro de trabajo, bien fuera de él. No obstante, hay quejas sobre la baja implicación de dichos centros de referencia en su formación. Cuando esto no es así y se fomenta la participación desde la Dirección del centro, ésta aumenta considerablemente.
La mayoría presenta un nivel muy elevado de satisfacción con su vida familiar y social, aunque lamenta no disponer de mayor tiempo libre. Hasta el 72,8 % vive en pareja y el 49 % tiene hijos con quienes convive. Mientras que el 22,1 % de las mujeres, además de su trabajo, lleva a cabo más de 20 horas de trabajo doméstico a la semana, la proporción de hombres en esta situación mengua hasta el 9,8 %. Para poder compaginar el trabajo y las labores domésticas, el 35 % cuenta con personas remuneradas en el domicilio que les brindan ayuda. No obstante, no se encuentran grandes diferencias en cuanto a las horas semanales dedicadas por hombres (11,9) y mujeres (14,9) al cuidado de otros, lo que sugiere que en este colectivo tiende a establecerse un modelo igualitario por lo que respecta al reparto de tareas habitualmente asignadas a las mujeres.
Las condiciones laborales del colectivo son ya de por si heterogéneas. La mayoría de las encuestadas se dedica a la labor asistencial (87,6 %), repartiéndose casi por igual entre el sector público (44 %) y el concertado (40,3 %), siendo menor la proporción de quienes se dedican a la práctica privada (15,4 %). Los principales centros de trabajo son los hospitales (49,7 %), tanto del sector público como concertado, y los centros de atención primaria (21,9 %).
El contrato laboral
El contrato laboral indefinido es la relación contractual más frecuente entre los 40 y 49 años (62,5 %) y entre los 50 y 59 años (55,2 %). En el sector público, se aprecia también una progresiva tendencia a la pérdida de peso del funcionariado en aras de la contratación indefinida, que acaba representando alrededor del 20 %. Aun así, la precariedad laboral afecta a un 27 % de enfermeras y hasta el 34,8 % opina que su situación laboral es insegura. Esto es más acusado en menores de 40 años (el 49,3 % tiene contrato temporal o interino, y el 54,5 % considera su situación laboral como insegura). Por otra parte, se va observando una tendencia a lo largo de los años a la reducción del número de puestos de trabajo público en favor de los de la sanidad concertada y, en menor medida, privada.
La percepción de la mayoría de las enfermeras es la de ser víctimas de un desequilibrio entre la alta carga de trabajo y la baja participación en los procesos de toma de decisiones en los centros donde ejercen. Esta valoración se pone más de manifiesto entre quienes trabajan en hospitales. Una gran parte apunta a que los recortes presupuestarios han afectado a su trabajo (84,3 %) y hasta un 64,4 % reconoce un impacto negativo de dichas medidas en la calidad del servicio que proporcionan. El 83 % afirma haber tenido una bajada salarial a raíz de la crisis económica.
Los factores antes mencionados pueden contribuir a que el nivel de satisfacción con las condiciones de trabajo en este colectivo sea bajo. Sólo el 49,1 % refieren estar satisfechas o muy satisfechas con su trabajo y sólo un 38,7 % con su salario. Están más insatisfechas laboralmente quienes trabajan en consultas externas (67,2 %) y en centros de primaria (66,7 %) pero el descontento con el sueldo afecta por igual a todos los sectores y supera en todos los casos el 60 %.
Tener en cuenta todos estos datos permite poder contextualizar el malestar psíquico que refieren las enfermeras en nuestro medio a día de hoy. Al mismo tiempo, deberían suponer una llamada de atención a la responsabilidad social sobre cómo podemos mejorar las condiciones laborales de un colectivo clave en el cuidado de la población.
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