Entrevistamos a Helen Dolengevich Segal
Psiquiatra responsable del Programa de Patología Dual del Hospital Universitario de Henares (Madrid). Editora y coordinadora del libro “Nuevas Drogas Psicoactivas” (Entheos, 2015). Ha publicado diversos artículos científicos tanto nacionales como internacionales, así como capítulos de libros, y ha impartido ponencias y comunicaciones en congresos especializados en trastornos mentales, incluyendo las adicciones, en el ámbito nacional e internacional, principalmente sobre la temática de las nuevas drogas psicoactivas y el chemsex.
Su interés por el estudio de las adicciones a nuevas sustancias se remonta a varios años atrás. ¿Cuándo y por qué razón surgió?
El hecho de haber nacido en México y haber podido estudiar las diversas culturas milenarias de este país hizo que, casi de forma inevitable, me interesara por la medicina tradicional indígena, en la que las plantas alucinógenas han desempeñado un papel primordial. Desde mi juventud, he leído sobre chamanes y curanderos que han utilizado hongos psilocybes, peyote y cactus San Pedro en sus rituales de sanación. Creo incluso que, de alguna manera, esto influyó en mi formación como médico.
De forma progresiva, me interesó el estudio de otros alucinógenos y fui descubriendo un mundo nuevo en el que las plantas enteogénicas que pasaron a considerarse, curiosamente, como “nuevas drogas psicoactivas”. Así, ya tras convertirme en psiquiatra, fui descubriendo nuevas sustancias naturales, como la ayahuasca, o sintéticas, como las feneltilaminas o las triptaminas, con cuyo uso las personas buscaban un estado de embriaguez o, de manera más amplia, de alteración de la conciencia. El hecho de que con el tiempo hayan ido apareciendo nuevas sustancias y formas de uso ha seguido alimentando mi interés por investigar más a fondo el tema.
De las nuevas sustancias con potencial adictivo, ¿cuáles son las que más se han popularizado en España? ¿A qué cree que se debe (en cada caso)?
A tenor de mi experiencia clínica, las nuevas sustancias que más se han popularizado son las utilizadas en la práctica de chemsex: la mefedrona u otras catinonas sintéticas, la metanfetamina y el GHB. Las dos últimas no son nuevas, pero se han actualizado al asociarse su uso a prácticas sexuales y teniendo en cuenta que su potencial adictivo es importante. Respecto a las catinonas, estas han tenido mucho éxito de mercado en relación con el ambiente de música electrónica y, posteriormente, con el chemsex.
Dado que la mefedrona ha sido la más conocida y consumida, hay diversas catinonas que se venden con el nombre de “mefe” cuando, en realidad, son únicamente sustancias similares a ella, tales como el 3-MMC, el 4-MEC o el alfa-PVP, conocido en la calle como “alfa” o “flakka”, según el contexto de consumo. Por otra parte, la mefedrona suele ser mucho más barata que la cocaína (un gramo de mefedrona puede costar la mitad que uno de cocaína) y otras catinonas que se venden en la calle y a través de internet no se encuentran aún ilegalizadas en varios países, de modo que su importación no supone un delito y su distribución es así más sencilla.
Otra sustancia nueva cuyo consumo se está popularizando es un derivado fenetilamínico, denominado en la calle tusi o “cocaína rosa”. El nombre de esta sustancia deriva del 2-CB (en inglés, two-cee-bee), que tiene efectos estimulantes y alucinógenos. Se consumió ampliamente en las raves de los 1990 con el nombre de nexus. Sin embargo, el tusi no es 2-CB, sino que es una combinación de varias sustancias entre las que destacan la ketamina, la MDMA, la cafeína e, incluso, en ocasiones, el sildenafilo. Esto hace que los efectos subjetivos del producto que se comercializa puedan variar de un consumo a otro o de un distribuidor a otro, entre otros factores.
Uno de los nuevos fenómenos que ha copado la atención de los expertos en adicciones es el chemsex. ¿Podría definirlo?
El término chemsex proviene del Reino Unido y se refiere a la combinación de chemicals (sustancias químicas) y sex, aludiendo al uso sexualizado de ciertas drogas entre hombres que tienen sexo con hombres. Las drogas que más se han asociado al chemsex son la mefedrona, la metanfetamina y el GHB, aunque dependiendo de la situación geográfica donde se desarrolle, pueden vincularse a esta práctica otras drogas como la cocaína, los poppers, la ketamina, la MDMA y los fármacos para favorecer la erección. Es asimismo característico de esta práctica que las relaciones se suelan prolongar en el tiempo (hasta varios días), que se encuentren múltiples parejas, que los contactos sexuales se den sin protección y que las aplicaciones de geolocalización desempeñen un papel destacado. Cuando hablamos del uso intravenoso de sustancias estimulantes en el contexto de chemsex se denomina slamsex, slam o slamming.
¿Juegan algún papel los nuevos hábitos de comunicación y de provisión de servicios asociados a la digitalización, hiperconectividad y oferta de inmediatez que caracterizan a nuestro tiempo?
En mi opinión, juegan un papel crucial en la globalización de nuevas formas de consumo y nuevas adicciones. Las redes sociales han abierto un mercado para la compraventa de sustancias, así como la entrega a domicilio. Esto sucede con WhatsApp, Telegram o Instagram, entre otras. Si tomamos la práctica de chemsex como ejemplo, el papel de las aplicaciones de contactos ha sido crucial, dado que a través de ellas se pueden concertar encuentros sexuales a distancia cercana y con disponibilidad inmediata. Existe una oferta de aplicaciones enorme, con perfiles específicos: número de parejas, circunstancias, formas de relación, con o sin condón, slam, etc. En todas estas, además, los distribuidores de drogas tienen perfiles que permiten solicitar las sustancias deseadas y se desplazan al lugar de encuentro. Incluso permiten pagos a través de teléfono móvil. Todo esto hace que el consumo de drogas y el sexo sean de lo más sencillo de obtener, a golpe de dos o tres clics.
¿Qué factores comunes y diferenciales tiene el abordaje (detección, atención y tratamiento) de los nuevos patrones adictivos con respecto a otras adicciones de mayor recorrido histórico?
El abordaje multidisciplinar es el abordaje deseable en todo tipo de adicciones, ya sean con o sin sustancia. En las nuevas adicciones las intervenciones deben ir adaptándose temporal y ambientalmente. Los profesionales deben formarse en aspectos culturales, tecnológicos y sociales para poder hacer intervenciones apropiadas a nuevos patrones de consumo, drogas emergentes o nuevas tecnologías. Por ejemplo, para el abordaje adecuado de los problemas derivados del chemsex, además del consumo de sustancias, hay que indagar sobre el uso de nuevas tecnologías y de la sexualidad, para lo cual se requiere de un bagaje cultural que permita una comunicación adecuada, sin prejuicios y empática.
Durante la pandemia por COVID-19, es plausible que las nuevas conductas adictivas se hayan visto influenciadas por las exigencias de confinamiento u otras medidas preventivas. ¿Qué sabemos al respecto?
Los datos publicados hasta ahora difieren dependiendo de los países y los regímenes de confinamiento que se impusieron en cada región. Los análisis realizados a través de los sistemas de monitorización de consumo de drogas de la Unión Europea detectaron que, durante los meses de confinamiento por la pandemia, el transporte internacional de sustancias clásicas como la heroína y cocaína se bloqueó, limitando mucho su disponibilidad. Por tanto, la pureza de estas dos sustancias disminuyó y el precio se incrementó. Se detectó la sustitución de heroína por otras sustancias sintéticas como nuevos opioides, catinonas o anfetaminas. El uso de MDMA aparentemente disminuyó, dado que el ocio nocturno desapareció y la distancia social era obligatoria. Surgieron mayores problemas con personas con adicciones a opiáceos, ya que los dispositivos dispensadores de metadona cerraron y muchos pacientes no podían recoger su tratamiento hasta que los centros de tratamiento reabrieron, una vez adaptados a las exigencias de salud pública que motivó la pandemia. En cuanto a las adicciones sin sustancia, existen varios estudios y metaanálisis que describen un incremento en las adicciones asociadas a internet, como trastornos por juego online, pornografía o uso de smartphones.
En cuanto a los profesionales de la salud, teniendo en cuenta que pueden tener un acceso más fácil a algunas sustancias al tener la posibilidad de la prescripción o la mayor disponibilidad en los recursos del trabajo, ¿hay algunas “nuevas” adicciones para las que tendrían más riesgo que la población general? ¿Qué recomendaciones preventivas haría en este caso?
Me parece que no hay mayor riesgo de “nuevas” adicciones en profesionales de la salud, al menos no más de lo que ya tenían antes. Los fármacos de prescripción y de uso hospitalario han estado siempre más accesibles para ellos, y el abuso depende de la vulnerabilidad y circunstancias de cada persona. Durante la pandemia, los profesionales de la salud han vivido bajo mucha presión y, en un gran porcentaje, su salud mental se ha visto afectada. La negación en forma de minimización o de autojustificación es la primera barrera para derribar. Posteriormente, si un profesional sanitario desarrolla una adicción, de cuya dimensión es consciente, suele venir acompañada de sentimientos de vergüenza y fracaso, lo que dificulta pedir ayuda.
En mi opinión, una buena medida podría ser la celebración de reuniones de equipo, en las que se aborden temas que excedan lo estrictamente clínico y en las que se pueda transmitir confianza para hablar de dificultades, pedir ayuda o supervisar. Un aspecto importante es también la información psicoeducativa: explicar cómo se desarrollan las adicciones neurobiológicamente puede facilitar que compañeros que estén pasando por un proceso adictivo, con o sin conciencia de éste, sean capaces de identificarlo y pedir ayuda. La posibilidad de acceder a un programa profesional específico, como el PAIME, que garantice la confidencialidad, el respeto y la empatía, es el mejor tratamiento que, a mi juicio, se le puede ofrecer a un compañero adicto.
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