Recientes noticias en los medios de comunicación han estimulado el debate público sobre el incremento del riesgo de suicidio entre los médicos. Hay que tener en cuenta que las estadísticas oficiales que se emplean para dimensionar el fenómeno pueden infravalorar su importancia, porque la causa real de muerte en el parte de defunción puede acabar ocultándose por varios motivos, entre los que cobra un peso específico el estigma que se asocia a este tipo de fallecimiento. Por otra parte, la mayoría de los estudios son de diseño retrospectivo y puede haber variabilidad en los métodos empleados cuando se analizan poblaciones amplias, lo que, en último término, puede mermar la fiabilidad de los datos disponibles.
No obstante, desde los años 1960, varios estudios apuntan a un incremento del riesgo de suicidio entre los médicos (especialmente, en mujeres) y la mayoría coinciden en apuntar que, en términos comparativos con respecto a otras causas de mortalidad, el porcentaje de causas externas de muerte, entre ellas los suicidios, es mayor entre los médicos que en la población general.
Estos datos pueden atribuirse, por una parte, a que los médicos tienen mejor salud física que la población general, pero, por lo que respecta a los datos de suicidio, se pueden invocar varios factores. Entre ellos, destaca la dificultad de los médicos en pedir ayuda cuando hay un trastorno mental, así como el mayor conocimiento y fácil disponibilidad de un medio potencialmente letal como es la autointoxicación por fármacos cuando se contempla el suicidio como única salida a un sufrimiento psíquico incoercible. Por otra parte, diversas fuentes apuntan al papel que puede jugar, en ese incremento del riesgo, el creciente malestar de los médicos en diferentes países relacionado con causas de índole laboral (tanto por las características del propio cometido como por las condiciones en las que ahora se ejerce) y extralaboral (en las que el desequilibrio entre los tiempos dedicados a la vida personal y profesional puede jugar un papel esencial).
Estudios sobre suicidios
En el 2004, Schernhammer y Colditz publicaron los resultados de un metaanálisis de todos los estudios sobre suicidios consumados publicados desde 1960 hasta la fecha. El análisis se centraba en analizar el efecto del sexo en la incidencia de suicidios. La tasa agregada de suicidio para hombres médicos resultó ser ligeramente superior (1,4 IC 95 %: 1,21-1,65) pero claramente más elevada en mujeres médicas (2,27; IC 95 %: 1,90-2,73) respecto a la población general.
En nuestro medio, destacan dos estudios epidemiológicos. Uno, el publicado por la Fundación Galatea, en el que se analizaron las causas de mortalidad de los médicos colegiados en el Colegio de Médicos de Barcelona (CoMB) entre los años 2000 y 2009. Se encontró que, si bien había un incremento del porcentaje de muertes por suicidio en hombres y mujeres médicos respecto a la población general, al traducir los hallazgos en tasas brutas no existían diferencias significativas. Recientemente, se ha presentado el estudio de la Organización Médica Colegial (OMC) sobre mortalidad en médicos colegiados en España (con la excepción de los colegiados en Barcelona) y se ha vuelto a encontrar un incremento del porcentaje de suicidio con respecto a otras causas de muerte. Así, entre 2005 y 2014, se registraron 119 suicidios de médicos en España, lo que supone un 1,3 % respecto al total de fallecimientos de dichos facultativos. En el mismo periodo, el porcentaje de suicidios de la población general fue del 0,8 %. En el caso de las mujeres médicas, la diferencia entre ambos grupos se dispara hasta el 7,5 %. No obstante, el estudio recoge que, entre los médicos, la tasa bruta de suicidio se estima en 6 de cada 100.000 habitantes mientras que la tasa en España para población general es, con ligeras variaciones, de 7 por 100.000 habitantes. Los hallazgos, por tanto, son similares a los obtenidos en el estudio sobre mortalidad publicado por la Fundación Galatea en 2010.
Prevención de suicidios: líneas de intervención
En una entrevista hace unas semanas a raíz de la publicación en diferentes medios de comunicación de las conclusiones del estudio de la OMC, Eugeni Bruguera, director asistencial de la Clínica Galatea, incidía en que las principales líneas de intervención deberían centrarse en:
- Mejorar las condiciones laborales de los médicos
- Promover un cambio en la cultura asociada al ejercicio de la medicina que “des-estigmatice” el sufrimiento psíquico y promueva la petición voluntaria de ayuda
- Facilitar la atención especializada cuando emerja un trastorno mental, en especial, cuando se trate de cuadros depresivos y de adicciones.
El planteamiento del doctor Bruguera seguía las recomendaciones publicadas, bajo los auspicios de la American Medical Association (AMA), en el año 2003 con el título: “Afrontando la depresión y el suicidio entre los médicos: una declaración de consenso”. Las estrategias de prevención deben englobar no sólo a los médicos, enfatizando y facilitando durante el pregrado y a lo largo de toda la carrera profesional la petición de ayuda cuando sea preciso, sino también contar con la complicidad y participación activa de las instituciones en las que estudian, trabajan, se asocian o que velan por el correcto desempeño de su trabajo. Y se requerirá un abordaje especial para afrontar el incrementado del riesgo entre las mujeres, más aún ante la creciente feminización de la profesión.
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