¿Qué es la mentalización?
La mentalización es la capacidad de dar sentido a la propia conducta y del otro a través de tener en cuenta los estados mentales de las personas (conjunto de pensamientos, creencias, emociones, deseos, intenciones…). Anthony Bateman, uno de los principales impulsores de la teoría, la define como: «verme a mí mismo desde fuera y ver al otro desde dentro». Nos permite tener una percepción de nosotros mismos, de nuestro self, como un agente propio que decide en base a sus estados mentales.
Desarrollo de la capacidad de mentalización
La infancia es clave en la adquisición de la capacidad de mentalización: crecer en un contexto de apego seguro es la base del desarrollo de nuestra capacidad de mentalización, ya que indica que nuestros estados mentales fueron entendidos y atendidos de forma adecuada. El rol de la persona cuidadora es central para que el niño sea capaz de identificar y tomar conciencia de sus estados mentales. Por ejemplo, cuando el niño experimenta un estado mental, el cuidador se lo devuelve de forma exagerada o dramatizada, para que sepa que es suyo y no del adulto. Desde la perspectiva del niño, “Ella (la persona cuidadora) piensa que yo pienso, entonces existo”.
El niño desarrolla su mentalización cuando el cuidador es capaz de entender y representar el cariño, hacerle sentir comprendido y transmitirle cómo afrontarlo (“especularización” marcada). Que el cuidador no se quede sólo en el reflejo, sino que realice una contención de la emoción, marca los inicios de cierto sentido de control, autoeficacia y capacidad de regulación. En un futuro, esto será la base para alcanzar un sentido robusto del self y una capacidad adecuada de regulación afectiva.
Las cuatro dimensiones de la mentalización
El concepto de mentalización se mueve constantemente entre cuatro dimensiones distintas; un buen equilibrio o capacidad para pivotar entre estos polos en función de uno mismo, de otro y de la situación es óptimo para poder mentalizar adecuadamente.
Estas dimensiones siempre están interrelacionadas entre sí y son:
- Implícita vs. Explícita: La mentalización implícita o automática es rápida, suele ser un acto reflejo y no exige gran atención, intención ni esfuerzo. La explícita o controlada es el polo opuesto, e implica un proceso lento y secuenciado que exige atención, conciencia y esfuerzo. No es necesario mentalizar de forma explícita constantemente, es ideal poder cambiar a voluntad a un proceso controlado cuando la situación lo requiere. De hecho, una de las principales problemáticas se da cuando en situaciones de elevada activación emocional (o arousal) pasamos, automáticamente, a la implícita.
- Self vs. Otros: Poder mentalizar sobre nuestros estados mentales propios (el self) nos permite tomar conciencia con nuestra propia experiencia y entrar en contacto con nosotros mismos. Poder poner el foco en el otro es imprescindible para poder comprenderlo, llegar a la empatía y dar sentido a sus conductas.
- Externa vs. Interna: Mentalizar puede realizarse a través de centrarnos en indicadores externos (expresiones faciales, conducta no verbal…) o internos, intentando llegar a los estados mentales de los demás a través de lo que sabemos de ellos o del contexto. Es posible que personas con dificultades para conectar con la subjetividad de los demás caigan en errores, como “sobreinterpretar” las señales exteriores, ya sean de los demás o las suyas propias.
- Emocional vs. Cognitiva: La mentalización cognitiva se refiere a reconocer, identificar y razonar sobre los estados mentales. Si bien tiende a ser explícita, puede estar excesivamente separada de la emoción, llevando a un análisis desconectado. Por su parte, la mentalización emocional o afectiva permite comprender los sentimientos asociados. Poder identificar y conectar con las emociones es imprescindible para empatizar con los demás y para tener un sentido del self coherente. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que un exceso de temperatura emocional puede conducir a un proceso excesivamente implícito.
Cuando la capacidad de mentalización falla
La teoría de la mentalización plantea modos no mentalizadores en los que este proceso falla. Se plantean tres principales:
- Modo de equivalencia psíquica: En ese modo la persona vive los sentimientos y pensamientos como si fueran reales y verdaderos. En la mente no hay espacio para la duda y la persona tiene la certeza de que lo que piensa o siente es literalmente lo que sucede. De ahí pueden darse reacciones y conductas exageradas que vienen justificadas por la intensidad y realismo con que experimentan sus estados mentales o los de los demás. Normalmente se da en un momento de mentalización implícita con elevados niveles de arousal emocional.
- Modo teleológico: El individuo percibe y actúa desde lo externo y tiene dificultad para acceder a la parte interna de los estados mentales propios o de los demás. Esto implica que la persona se centra casi exclusivamente en interpretar lo observable. Estas personas pueden forzar situaciones en las que el otro se vea obligado a reaccionar, para que expliciten lo que el individuo no puede llegar a percibir de forma implícita.
- Modo simulado: Se produce una separación entre los estados mentales de una persona y la realidad. La despersonalización o desrealización serían la máxima expresión de este fenómeno. En este modo, predomina lo cognitivo, y la persona conecta con sus estados mentales, pero no a nivel emocional, y puede aparecer un discurso vacío o poco genuino.
Tratamiento basado en la mentalización
Paralelamente, y muy relacionado con el concepto de mentalización, existe el Tratamiento Basado en la Mentalización, creado por Bateman y Fonagy, pensado, principalmente, para personas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Estos autores proponen que el déficit de mentalización es el núcleo central de la génesis y expresión del trastorno.
El tratamiento, por tanto, va dirigido principalmente a abordar los modos no mentalizadores y reforzar la capacidad reflexiva de la persona, mejorando su funcionamiento interpersonal y teniendo en cuenta la capacidad de autorregulación emocional. Aunque inicialmente fue un tratamiento orientado al TLP, los déficits de mentalización se han observado en otros tipos de trastornos, y se plantea este tipo de abordaje como transversal y aplicable a otras problemáticas, como por ejemplo la depresión, el abuso de sustancias…
El abordaje de la capacidad de mentalizar no deja de ser un factor común en diferentes tratamientos, motivo por el que cada vez está cobrando mayor relevancia en la intervención clínica y también en el ámbito de investigación en salud mental.
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