Hasta la fecha, la mayoría de las publicaciones relacionadas con el impacto de la COVID-19 en los profesionales de la salud se ha centrado, de manera preponderante, en cuantificar la prevalencia de síntomas del espectro ansioso y depresivo y analizar los factores de riesgo y protectores relacionados con su aparición. Los menos se centran en analizar los beneficios de las intervenciones psicológicas puestas en marcha para ayudarles.
Dado que tratamos no tanto con datos sino con seres humanos que nos relatan sus experiencias, cabe dar la bienvenida al trabajo que Jo Billings y otros investigadores del Departamento de Psiquiatría del London University College publicaron el año pasado en la revista BMC Health Services Research. Se trata de una revisión sistemática y metasíntesis cualitativa de los artículos que analizan los relatos de profesionales de la salud, de diversos países, expuestos a las nuevas epidemias registradas en el siglo XXI. Las más sobresalientes, la SARS-COV-1, el ébola y la COVID-19.
Las narrativas se obtuvieron, principalmente, de los denominados grupos de discusión (focus group, en inglés) o de entrevistas individuales presenciales semiestructuradas. La mayoría de los estudios se desarrollaron en diversos países asiáticos, en Norteamérica, en algunos países de África (como Sierra Leona, Uganda o República Democrática del Congo), en Australia y solo uno, más reciente, en varios países de Europa (Inglaterra, Hungría, Alemania y Grecia). En gran medida, reflejaban las experiencias de quienes habían estado en primera línea de atención durante las fases de mayor incidencia e incertidumbre de las epidemias.
Se agrupar las principales temáticas en las siguientes categorías:
1) Salud, seguridad y cuestiones relacionadas con la protección frente al virus
En este grupo cabe agrupar las cuestiones relacionadas con el miedo al contagio propio o al de familiares, allegados o compañeros. Pero también todo lo relacionado con los recursos de protección, desde su inicial escasez a la evidente incomodidad de su uso durante muchas horas, a cómo enfrentaban la prevención fuera del trabajo tanto en casa como en los recursos habilitados para tal fin, como cuando se destinaron hoteles al descanso de los trabajadores sanitarios, y todo lo concerniente a su uso.
2) Sobrecarga laboral
Por una parte, los relatos testimoniaban sobre cómo se hacía frente a la avalancha de casos, y por otra, todo lo relacionado con la escasez de refuerzos profesionales, cómo se sobrellevaban las jornadas de trabajo (a menudo largas y sin apenas descansos), la remuneración insuficiente o la precariedad de algunos contratos temporales activados en esas circunstancias excepcionales.
3) Estigma
No se puede ignorar la prevención social que generó en muchos ciudadanos el contacto con aquellos que habían estado en el primer frente de contención de los efectos del virus. Más allá de la convivencia íntima y del entorno asistencial, el contacto con los trabajadores del ámbito de la salud podía llegar a ser evitado, de manera más o menos explícita, al ser vistos como potenciales vectores de transmisión comunitaria.
4) Dilemas éticos o profesionales
Motivados por la toma de decisiones éticas cruciales en condiciones de falta de recursos sanitarios (como el acceso a respiradores, a medidas de cuidados intensivos, a camas hospitalarias o a la ubicación en los servicios de urgencias), dedicar menos tiempo del deseable a los pacientes o tener la sensación de que el crecimiento exponencial de casos que requerían ser atendidos reducía la calidad de la asistencia dispensada.
5) Crecimiento personal
Algunos, en plena adversidad, confesaban haber podido reencontrase con la vocación o con experiencias emocionales correctivas asociadas a vivencias de humanidad compartida. Aunque se podían haber sentido inermes frente a la adversidad, el hecho de poder acompañar a los pacientes y allegados en esas circunstancias límite les confortó a nivel moral y afectivo.
6) Apoyo percibido
Aunque muchos relataban haber sentido y valorado positivamente el refuerzo dispensado por parte de allegados, compañeros, organizaciones y opinión pública, esto no siempre fue así. En diversos relatos se ponían de manifiesto las implicaciones emocionales del mayor o menor grado de soporte percibido.
7) Información y formación
También surgíancuestiones relacionadas con el exceso (proliferación de protocolos y medidas cambiantes de un día a otro e incluso en cuestión de horas, saturación de contenidos en los medios de comunicación o necesidad perentoria de estar al día de los avances terapéuticos) y el defecto (incertidumbre al inicio de la pandemia, ausencia de directrices claras o falta de tiempo para procesos de reflexión) de información u oportunidades para la formación.
8) Disponibilidad o falta de acceso a recursos de ayuda
Podía tratarse de ayuda en el ámbito del apoyo emocional o, en un segundo nivel, de atención especializada en trastornos mentales. Muchos relatos dejaban traslucir las implicaciones de la presencia o ausencia de profesionales de segunda línea, en su mayoría, del ámbito de la salud mental, dispuestos a ayudar a lidiar con la sobrecarga emocional cuando fuera preciso. De manera casi unánime, se reivindicaba su importancia en estas circunstancias, pero también en otras de menor excepcionalidad.
Quienes hemos atendido y seguimos atendiendo a los profesionales de la salud durante la COVID-19, reconocemos estas mismas líneas temáticas. No obstante, es preciso señalar que su contenido ha ido variando a medida que ha evolucionado la pandemia, tanto por lo que respecta a las sucesivas olas como al punto de inflexión que supuso la aparición de las nuevas vacunas.
Hoy en día, más que una sobreactivación cognitiva, emocional y conductual del sistema de supervivencia, tal y como ocurrió en la primera ola, prevalecen otras vivencias. Predominan experiencias más relacionadas con la sensación de creciente agotamiento y desmotivación que las que se activan en situaciones de alarma. Serán necesarios nuevos análisis cualitativos para mostrar la evolución de las experiencias subjetivas de los profesionales de la salud en este cambiante contexto, tal y como venimos observamos en nuestro quehacer diario.
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