Los cuidadores en general, y los profesionales de la salud en particular, dedican gran parte de sus energías a responder a las necesidades de los demás (pacientes, familiares de pacientes, programas comunitarios, etc.). En ocasiones, en la entrega al cuidado del otro acaban por sacrificar las necesidades propias o las del entorno afectivo más cercano. Y este desequilibrio puede acabar haciendo mella en el profesional como persona. Para analizar los dilemas que activa este encuentro de prioridades, haremos mención de dos perspectivas: la de las necesidades, basándonos en la teoría de la motivación humana de Maslow, y la de los valores, tomando como referencia el pensamiento de Max Scheler.
Las necesidades según la pirámide de Maslow
En 1943, Abraham Maslow formuló la “Teoría sobre la Motivación Humana”. Jerarquizó las necesidades en una pirámide, conocida como la pirámide de Maslow, en la que se gradúan las necesidades de más a menos indispensables para la supervivencia. De acuerdo con este criterio, aparecen cinco niveles ordenados de forma jerárquica. A medida que se van satisfaciendo las necesidades de un nivel van surgiendo nuevos deseos en aras de cubrir nuevas expectativas. La motivación puede entenderse como la fuerza que activa nuestra conducta para alcanzar dichos deseos.
La categorización de Maslow, desde la base a la cúspide de la pirámide, incluye:
- Necesidades Básicas, que serían lasnecesidades imprescindibles para el desarrollo de la vida humana y para su supervivencia: alimentación, descanso, sexo o mantenimiento de la salud.
- Necesidades de seguridad y protección, aparecerían una vez satisfechas por completo las necesidades básicas. Por ejemplo: la salud, el empleo, la vivienda.
- Necesidades de afiliación y afecto, asociadas al desarrollo afectivo, la participación en la sociedad y todos aquellos aspectos que hagan a la persona sentirse integrada socialmente (actividades culturales, deportivas y recreativas, etc.).
- Necesidades de estima. Son de dos tipos: 1) intrapersonales (respeto a sí mismo, cuidado personal, cómo nos comunicamos con nosotros mismos, independencia, logros personales, etc.) y, 2) interpersonales (reconocimiento, atención, estatus, etc.)
- La autorrealización, vinculadas a la necesidad de dar sentidoa la vida y que permiten el desarrollo integral de la persona.
Según la teoría de Maslow, para que las personas deseen alcanzar este nivel, deben satisfacer las necesidades establecidas en los demás niveles de la pirámide siguiendo la jerarquización que él propone. Aún así, el capitalismo, especialmente en su fase tardía, se caracteriza también por estimular la creación de necesidades, muchas de ellas no básicas, para activar el consumo; algo que es preciso tener en cuenta más allá de la categorización que propone Maslow.
La teoría de los valores de Max Scheler
No obstante, a la hora de analizar la toma de decisiones en las personas, las necesidades más básicas pueden sacrificarse en aras de determinados valores. El filósofo Max Scheler también elaboró su propia pirámide de clasificación de los valores, entendidos como criterios de estimación o de asignación, en sentido extremo, de las polaridades “bueno” vs. “malo”. Los valores, según Diego Gracia, pueden dividirse en “valores instrumentales” (persiguen un fin; p. ej. utilidad) y “valores intrínsecos” (no persiguen un fin en sí mismos; p. ej.: la justicia).
Para Scheler hay cuatro niveles en la escala de valores, de los cuales los dos más cercanos a la cúspide son específicamente humanos:
- Valores vinculados al agrado: dulce-amargo.
- Valores vitales: sano-enfermo.
- Valores espirituales: Estéticos (bello-feo), jurídicos (justo-injusto) o intelectuales (verdadero-falso).
- Valores religiosos: santo-profano.
De alguna manera, este recorrido nos permite ver que las necesidades básicas (según la escala de Maslow) pueden llegar a abandonarse o no cubrirse al considerar un valor intrínseco por el que merece la pena descuidarlos.
Lo que hemos observado es que la vocación profesional en las carreras dedicadas al cuidado, incluso si se convierte en nuestro principal sentido vital, no tiene que reñir con el autocuidado. Porque sabemos que mantener el equilibrio en este sentido redundará positivamente en nuestro bienestar personal al tiempo que mejorará la calidad de nuestra tarea.
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