El primer paso para abordar un problema de alcoholismo es reconocer que existe, para poder iniciar el camino hacia la recuperación.
En el tratamiento de la dependencia del alcohol, se pueden identificar dos fases:
- Primera fase o desintoxicación: Dura de 7 a 14 días, aproximadamente, y es la fase posterior a la interrupción del consumo de alcohol. Durante esta fase se debe tratar y prevenir los efectos en el organismo de la retirada de alcohol, es decir, Síndrome de Abstinencia de Alcohol. En esta fase juegan un papel crucial los fármacos.
- Segunda fase o deshabituación: Se calcula que dura unos dos años pero puede prolongarse más. Se puede definir como el proceso durante el cual el paciente aprende a vivir sin alcohol. Los objetivos que se persiguen en ese momento son: mantener la abstinencia, evitar las recaídas, y mejorar la calidad de vida física y psíquica del paciente. Para ello se suele combinar el tratamiento psicoterapéutico (individual y/o en grupo) con el tratamiento farmacológico.
En la fase de desintoxicación, se usan medicamentos de perfil sedativo (como las benzodiacepinas, el distraneurine® o el tiaprizal®) que contrarrestan el efecto de la retirada de alcohol. La desintoxicación se puede hacer a nivel ambulatorio, cuando el cumplimiento del paciente es adecuado y la dependencia de alcohol no es muy grave, pero, en los casos en que no se dan estas dos condiciones, suele ser necesaria la hospitalización. Es importante en esta fase también la vigilancia del estado físico del paciente, su correcta hidratación y suplementar el tratamiento con aportes vitamínicos, en especial de vitaminas del grupo B (B1, B6, B12 y ácido fólico, B10).
En la fase de deshabituación, se pueden usar varios tipos de medicamentos. Entre ellos, tienen indicado su uso los siguientes:
- Medicamentos interdictores o aversivos(como el Disulfiram® o el Colme®): Se llaman así porque al tomarlos junto con el alcohol inhiben uno de los pasos de su metabolización por lo que el paciente presenta una reacción de rechazo en el organismo que se manifiesta como malestar general, mareos, vértigos, rubor facial, náuseas, vómitos que, incluso, puede llegar a la disminución del nivel de conciencia. De ahí su nombre “aversivos”, pues pretenden que el paciente asocie una reacción adversa ante el uso de alcohol y acabe rechazando tomarlo.
- Medicamentos que actúan sobre los sistemas de neurotransmisoresNMDA-glutamato y GABA (como el Campral® o el Zulex®): Estos sistemas de neurotransmisión del cerebro están relacionados con el circuito que desencadena los mecanismos de recompensa asociados al alcohol. Los fármacos de este grupo disminuyen el deseo de consumir (o “craving”).
- Medicamentos con acción sobre los receptores opiáceosy que también inhiben indirectamente la dopamina (como el Revia® o el Selincro®): Estos fármacos persiguen bloquear o disminuir, por decirlo así, el placer asociado al consumo de alcohol. El primero está indicado para reducir el riesgo de recaídas y mantener la abstinencia. El segundo una novedad en el mercado por su mecanismo de acción, persigue no tanto la abstinencia completa como conseguir la reducción del consumo.
Aunque lo deseable en el tratamiento del alcoholismo es la interrupción completa del consumo de alcohol y el mantenimiento de la abstinencia, es cierto que muchos pacientes son incapaces de lograr ese objetivo, presentan altas tasas de recaídas y, al final, optan por abandonar cualquier tipo de tratamiento. Muchos pacientes con dependencia de alcohol aceptarían reducir el consumo sin llegar a la abstinencia completa. Es por ello que nuevos enfoques terapéuticos introducen la opción de reducir el consumo (estrategia denominada “reducción de daños”) lo que se favorece con nuevos fármacos que facilitan ese objetivo (como el Selincro®).
En todo caso, lo más importante cuando se identifica que hay un problema de alcoholismo es pedir ayuda a los profesionales indicados con el fin de que se ponga en marcha un programa de intervención individualizado que le ayude a superarlo.
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